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En odontología se utilizan frecuentemente las amalgamas dentales de mercurio o ""empastes"". Contienen alrededor de un 50% de mercurio y, colocadas en la cavidad bucal, constituyen una fuente de exposición al mercurio y pueden originar toxicidad sistémica. El mercurio liberado por las amalgamas en la cavidad bucal se presenta en forma de vapor elemental o de iones mercúricos. Una parte es inhalada directamente por los pulmones, otra parte se disuelve en la saliva y se traga y el resto se expira. Después de su absorción en la circulación sanguínea, la mayor parte del mercurio se oxida en iones mercúricos y se excreta en la orina. No obstante, una parte puede difundirse por los tejidos y atravesar la barrera hematoencefálica. La intoxicación crónica de mercurio provoca principalmente una encefalopatía (cefalea, astenia, trastornos del sueño, de la memoria, temblor, deterioro intelectual), que eventualmente se asociará a una glomerulonefritis. Hasta ahora no hay muchos datos clínicos disponibles que evalúen el riesgo de los ""empastes"". Los estudios controlados, que investigan un efecto tóxico del mercurio, no encuentran correlación entre la exposición al mercurio de las amalgamas y una toxicidad central o renal. Los datos surgidos de una exposición profesional no han demostrado aumento de la morbi-mortalidad. Existen otros materiales, como las resinas compuestas, disponibles para la reconstrucción de la dentadura, pero no se ha probado su inocuidad ni el beneficio a largo plazo. Por ello, hasta hoy, no parece justificado dejar de utilizar las amalgamas dentales.