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Las úlceras por presión o úlceras por decúbito constituyen un importante problema sanitario. Las úlceras aparecen por la presión mantenida de una prominencia ósea sobre una superficie externa. Existen diversos tipos de presión: directa, por fricción, deslizamiento o cizalla. La presión puede reducir el flujo sanguíneo capilar de la piel y tejidos subyacentes, si la presión no desaparece puede llegar a producir muerte celular, necrosis y rotura tisular pudiendo llegar a provocar osteomelitis y sepsis. Los factores que favoren la aparición y desarrollo de úlceras de presión son: edad avanzada, inmovilidad, obesidad, pérdida de la sensibilidad, estado nutricional inadecuado, humedad excesiva de la piel superior a 25ºC, dolor, nivel de consciencia disminuido, algunos tratamientos (simpaticomiméticos, corticosteroides, citostáticos) y ciertas enfermedades que pueden interferir en la curación (diabetes, cáncer, insuficiencia renal, enfermedades neurológicas, cardiovasculares y respiratorias que disminuyan la oxigenación tisular). Existen distintos grados de ulcera por presión. En el grado I se aprecia un eritema en piel intacta. En grado II, se observa una úlcera superficial con aspecto abrasivo, ampolla o cráter superficial. Hay una pérdida parcial del grosor de la piel que afecta a la epidermis o a la dermis o a ambas. En grado III, se observa una úlcera marginal diferenciada, con exudado y bordes definitivos. Hay una pérdida total del grosor de la piel que implica lesión o necrosis del tejido subcutáneo. Las de grado IV, la úlcera penetra hasta el músculo e incluso hasta el hueso y articulaciones. Para evitar que se produzcan las úlceras de presión el método más eficaz es prevenirlas minimizando los posibles factores de riesgo, instaurando una serie de medidas posturales y extremando las condiciones higiénicas.
Palabras claves:
  • PREVENCION
  • FACTORES
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  • HIGIENE

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