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La alteración del sueño es frecuente en el paciente que tiene la enfermedad de Alzheimer. Antes de iniciar un tratamiento farmacológico para el insomnio debe procederse a instaurar medidas correctivas como regular los horarios, reducir la sobreestimulación, restringir los líquidos al final del día, evitar la siesta o pequeñas cabezadas durante el día, evitar sustancias que contengan cafeína u otros estimulantes,... Una vez corregidas y valoradas estas medidas si persiste el problema deberá procederse a iniciar el tratamiento farmacológico con hipnóticos. Se han utilizado neurolépticos (haloperidol, risperidona, tioridazina, olanzapina y levopromazina) a dosis bajas dando buenos resultados en aquellos casos en que el insomnio se asocia a confusión o agitación nocturna. El uso de benzodiazepinas de semivida larga (clorazepato, diazepam) se asocia a una mayor incidencia de sedación diurna, empeoramiento cognitivo y empeoramiento de la incontinencia. También se ha relacionado con un mayor número de casos de caídas en ancianos. El uso de benzodiazepinas de semivida corta (alprazolam) es útil en las alteraciones del sueño puntuales, relacionadas con circunstancias de cambio en el entorno del paciente. El zolpidem (pseudobenzodiazepina) y clormetiazol (hipnótico-ansiolítico) son útiles para inducir el sueño. Si existiera un trastorno psiquiátrico de base se administrará un solo fármaco con doble acción, es decir, si hay trastornos delirantes se administrará un antipsicótico, si hay depresión se administrará un antidepresivo con acción sedante y se utilizarían las benzodiazepinas de acción corta si hay ansiedad. Si no hay síntomas psiquiátricos zolpidem (5-10 mg antes de acostarse) o trazodona (25-100 mg) son fármacos útiles.
Palabras claves:
  • HIPNOTICOS
  • ANTIPSICOTICOS
  • NEUROLEPTICOS
  • HIGIENE
  • BENZODIAZEPINAS
  • ANSIOLITICOS

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