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La infección crónica por el virus de la hepatitis C es un problema actual de salud en todo el mundo. Dicha infección puede progresar a cirrosis, con el consecuente desarrollo de complicaciones como ascitis, encefalopatía, varices sangrantes y carcinoma hepatocelular. El agente responsable es un virus RNA de la familia Flaviviridae, de los que se conocen 6 genotipos que presentan diferente respuesta a la medicación. Además el virus presenta una alta capacidad mutagénica que le confiere capacidad de eludir el sistema inmune. La hepatitis C tiene una prevalencia estimada en EEUU de un 1,8%, siendo el genotipo mas abundante el 1 (75%), seguido por el 2 (10%) y el 3 (10%). De los pacientes infectados, el 75% se encuentra en la fase crónica de la enfermedad. La transmisión de la hepatitis C es esencialmente por exposición percutánea, destacando la prevalencia asociada a usuarios de drogas vía parenteral (65%) y de los pacientes que se infectaron por transfusiones sanguíneas antiguas (15%). Hay un pequeño número de pacientes con transmisión iatrogénica, nosocomial y por uso intranasal de drogas. Algunos autores apuntan la posibilidad de transmisión por vía sexual, aunque parece poco probable, no recomendando la CDC el uso de métodos de barrera en las relaciones sexuales llevadas a cabo por enfermos monógamos. En cuanto a la transmisión vertical, presenta una incidencia de un 3-7%, que en un 50% de los casos, la infección es erradicada por los niños. Esta transmisión no se puede prevenir, no siendo efectivo el tratamiento con inmunoglobulina o el parto por cesárea. Se podrá llevar a cabo la lactancia materna, siempre que los pezones se encuentren intactos. La mayoría de los casos son asintomáticos, o con síntomas inespecíficos, como fatiga o prurito. El 25% de los pacientes desarrollarán fibrosis hepática que desembocará en cirrosis, El otro 75% presentarán distinto grado de inflamación hepática, sin presencia de fibrosis, o sin evolución de la misma. La duración media de la infección antes del desarrollo de cirrosis es de 20 años, aunque el rango es amplio, y en algunos casos se ha llegado a 50 años. Algunos factores pueden favorecer el desarrollo de la cirrosis, como el consumo de alcohol, obesidad y algunos factores genéticos. La magnitud de la hepatitis, o de la presencia de fibrosis no se correlaciona con la carga viral ni con los marcadores hepáticos, siendo necesaria una biopsia para valorar la severidad de la enfermedad. En cuanto a la incidencia de carcinoma hepatocelular, en el contexto de cirrosis, esta se estima en un 1-4%. Otras manifestaciones, a nivel extrahepático, son menos frecuentes, destacando: porfiria cutánea tardía, crioglobulinemia, liquen plano, artritis y ciertas enfermedades neurológicas. Estas manifestaciones pueden mejorar con el tratamiento de la hepatitis.
Palabras claves:
  • CIRROSIS
  • HEPATITIS C
  • HEPATOCELULAR
  • INTERFERON
  • PEGINTERFERON
  • RIVABIRINA
  • CARCINOMA

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