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La hipertensión pulmonar es una patología progresiva de origen desconocida. No existe tratamiento curativo, pero si tratamiento y medidas que pueden enlentecer la progresión de la enfermedad. En primer lugar deberán suspenderse aquellos fármacos que puedan agravar la hipertensión pulmonar como son: descongestionantes vasoconstrictores, antihipertensivos que depriman la actividad cardíaca tipo beta-bloqueantes, agentes que interfieren con la coagulación o con los anticoagulantes como los AINE. También se recomienda limitar la actividad física, y evitar lugares con bajas concentraciones de oxígeno, como grandes altitudes o cabinas no despresurizadas. El paciente con hipertensión pulmonar tolera poco situaciones de estrés hemodinámico, como el embarazo y el post-parto. Se recomienda el uso de un método anticonceptivo eficaz, ya que además existe riesgo de trombosis. En mujeres postmenopáusicas, la terapia hormonal sustitutoria, parece bien tolerada. El tratamiento de la hipertensión pulmonar se basa en la terapia vasodilatadora. En primer lugar debe establecerse tratamiento anticoagulante. Si existe edema añadir diuréticos y si se presenta hipoxia, adicionar suplementos de oxígeno. El tratamiento vasodilatador más utilizado es el de los antagonistas del calcio, sobretodo diltiazem y nifedipina. Parece que los pacientes responden a dosis más elevadas que las usadas para la hipertensión arterial, aunque no hay ensayos clínicos que demuestren su eficacia. Una supresión brusca de los antagonistas del calcio puede llevar a un efecto rebote de la hipertensión pulmonar que puede ser fatal. El efecto cardíaco de estos fármacos puede contrarrestarse con la adición de digoxina.
Palabras claves:
  • HORMONAS
  • CALCIO-ANTAGONISTAS
  • AINES
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