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Por lumbalgia aguda entendemos el dolor lumbar agudo intenso y no irradiado. Es un síntoma común de múltiples procesos, aunque en la mayoría de las ocasiones presenta un curso autolimitado y no es posible evidenciar patología específica de base. En todo paciente con lumbalgia aguda se debe descartar la existencia de un síndrome de cauda equina o de un aneurisma disecante de aorta abdominal. Una vez descartados estos procesos es preciso valorar en la anamnesis y exploración física, los procesos médicos (infecciosos, inflamatorios o tumorales) esqueléticos o viscerales como los causantes del dolor lumbar. Si no existen datos que sugieran ninguno de estos procesos y el dolor es de carácter mecánico, se puede iniciar sin más un tratamiento conservador. El tratamiento de la lumbalgia aguda persigue 3 metas: control del dolor, recuperación de la función y prevención de la evolución a lumbalgia crónica. Las acciones terapéuticas serán tanto físicas como farmacológicas y éstas últimas tanto sistémicas como locales. El reposo no acorta la duración del episodio de lumbalgia aguda ni previene la evolución a lumbalgia crónica. Si no queda más remedio que prescribir reposo deberá ser de corta duración. Inicialmente se intentará controlar el dolor con analgésicos puros no opiáceos. En casos de dolor moderado, el fármaco de elección es el paracetamol solo o asociado a un derivado opiáceo como el dextropropoxifeno o la codeína. En casos refractarios a este tratamiento pueden utilizarse analgésicos opiáceos más potentes como la meperidina o el sulfato de morfina. Los AINEs también pueden ser útiles en el control sintomático. En casos seleccionados, la realización de manipulaciones vertebrales e infiltraciones locales puede producir alivio sintomático aunque no modifica la evolución a largo plazo.
Palabras claves:
  • OPIACEOS
  • VALORACION
  • DOLOR
  • AINES
  • RECOMENDACIONES
  • SINTOMAS

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