La mononucleosis infecciosa, también conocida como 'mono' o la 'enfermedad del beso' es una enfermedad causada en la mayoría de las ocasiones por el virus de Epstein-Barr, uno de los que más frecuentemente infecta a los humanos, aunque también puede ser causada por otros virus (citomegalovirus, Toxoplasmosis, VIH, Rubéola, Hepatitis A, B, o C). El virus de Epstein-Barr pertenece a la familia de los herpes virus, se transmite por contacto con fluidos corporales (saliva, sangre, semen, secreciones vaginales,…), muy a menudo por la saliva, y aunque puede afectar a personas de cualquier edad, es más común entre los adolescentes y adultos jóvenes, de los que al menos el 25% de los que se ven infectados acaban desarrollando la enfermedad. La mononucleosis no es tan contagiosa como otras infecciones como el resfriado común, pero sí existe riesgo alto si una persona infectada besa a otra persona, comparte utensilios como vasos, cucharas, tenedores, pajitas, o existen relaciones sexuales o exposición a tos o estornudos.
Los síntomas principales aparecen después de un periodo de 4-6 semanas desde el momento de la infección y suelen ser, aunque puede que no se presenten todos al mismo tiempo, fiebre, dolor de garganta, fatiga, debilidad, ganglios hinchados en cuello y axilas, pérdida del apetito, sudoración nocturna y, menos frecuentemente, agrandamiento del bazo y del hígado. Esta sintomatología es común en muchos procesos infecciosos, por lo que la enfermedad puede ser confundida con un resfriado, gripe o una faringitis estreptocócica, pero en el caso de la mononucleosis es típico que la fatiga sea mucho más acusada. En los niños más pequeños es común que la infección se desarrolle sin síntomas y algunas personas experimentan una enfermedad breve y de naturaleza más leve que la mononucleosis. El diagnóstico médico, por lo general, se realizar en base a los síntomas descritos, y un análisis de anticuerpos sencillo (prueba rápida de la mononucleosis) permite, en la mayoría de los casos, confirmar el diagnóstico el mismo día, aunque debe tenerse en cuenta que esta prueba rápida no es capaz de detectar la infección durante la primera semana de la enfermedad. Si la sintomatología es confusa o el proceso de evolución atípico, puede ser necesaria una prueba adicional más específica.
No existen medicamentos para tratar la infección en sí, y el virus desaparece de forma espontanea después de 2-4 semanas, por lo que la atención sobre el paciente se centra en el alivio sintomático con prescripción de analgésicos (paracetamol, ibuprofeno) para el dolor y la fiebre, una buena hidratación y descanso. Si existe la inflamación severa de la garganta y las amígdalas pueden ser necesarios el uso de corticosteroides como la prednisona. Y si la mononucleosis se presenta acompañada de colonización bacteriana, como una infección de garganta por estreptococos, puede incluirse en el tratamiento algún tipo de antibiótico, pero es importante tener en cuenta que algunos de ellos, como ampicilina o amoxicilina, pueden ser causa de aparición de erupción cutánea en estos pacientes. Los síntomas suelen desaparecer a las 2-4 semanas desde el inicio de la enfermedad, pero la fatiga puede prolongarse durante unas semanas más o incluso por periodos de hasta seis meses.
Aunque raramente causa la muerte, las complicaciones de la mononucleosis pueden ser más graves que la enfermedad en sí. Dado que es posible que se dé un agrandamiento del bazo es importante que el paciente se abstenga de realizar ejercicio intenso o de participar en deportes de contacto por un periodo prudencial (de 3 a 4 semanas) después de la finalización del proceso, para evitar una posible ruptura del bazo, lo que constituiría una emergencia médica seria. Los signos de un bazo roto incluyen dolor agudo en la parte superior izquierda del abdomen (debajo de la parte izquierda del pecho), sensación de aturdimiento, sensación de confusión, visión borrosa y desmayos. Otras complicaciones menos comunes pueden ser anemia, trombocitopenia, miocarditis, complicaciones que afectan el sistema nervioso (meningitis, encefalitis y el síndrome de Guillain-Barré) o amigdalitis severa que puede llegar a obstaculizar las vías respiratorias. En personas que presentan trastornos de sistema inmunológico, como personas con VIH/SIDA o que toman medicamentos inmunosupresores después de un trasplante de órganos, el virus Epstein-Barr puede contribuir a la aparición de enfermedades mucho más graves.