El consumo de cereales integrales y productos derivados, con alto contenido en fibra respecto a los productos equivalentes obtenidos a partir de granos refinados, se ha asociado con distintos beneficios para la salud, como un mejor control glucémico y mejor sensibilidad a la insulina.
Pero, aunque los resultados epidemiológicos sugieren que la adhesión a las dietas que priorizan el uso de alimentos que conservan su carga de fibra dietética original tienen un efecto positivo sobre la disminución del peso corporal y la adiposidad, el efecto de la utilización alimentaria de granos enteros en la regulación del balance energético ha sido poco estudiado y está poco claro.
Un nuevo estudio trató de determinar los efectos de la sustitución de cereales refinados por cereales de granos enteros, sobre los cambios del peso corporal, diferentes métricas del metabolismo energético y el control glucémico.
En el ensayo, de 8 semanas de duración participaron 81 voluntarios de entre 40 y 65 años. Durante las dos primeras semanas todos los participantes consumieron el mismo tipo de dieta y se determinaron las necesidades calóricas de cada individuo. Después del periodo de adaptación inicial, los sujetos de estudio fueron asignados al azar a continuar su alimentación con una dieta estándar o bien una dieta en la que los aportes de cereales refinados fueron substituidos por cereales de granos enteros. Los tipos de alimentos, las estructuras de la comida, y composición energética y de macronutrientes fueron similares en ambos grupos. Los participantes debían consumir únicamente los alimentos proporcionados por los investigadores, devolver cualquier alimento no consumido, y continuar con sus niveles habituales de actividad física. Las medidas de observación principales incluyeron el peso, la tasa metabólica basal, la glucosa en sangre, cantidad de calorías presentes en las heces, así como valoraciones subjetivas de sensación de hambre y saciedad.
A las ocho semanas desde el inicio de la intervención, las puntuaciones de peso corporal, plenitud tras las comidas, sensación de hambre, y satisfacción con el tipo de dieta seguida, no difirieron de forma significativa entre ambos grupos, mientras que los sujetos adscritos a la dieta de granos enteros presentaron aumento de la tasa metabólica basal (43 ± 25 kcal/d), peso de las heces (76 ± 12g/d) y energía contenida en las heces (57 ± 17kcal/d), pero no en la densidad de energía en las heces que fue mayor entre los consumidores de productos integrales, lo que sugiere que el mayor contenido de energía en el material expulsado del organismo no se corresponde directamente con la presencia de una mayor cantidad de fibra presente en la dieta, sino por el efecto que esta fibra comporta sobre la digestibilidad de otros alimentos. La conversión conjunta de estos factores a efectos energéticos favorables se tradujo en una mayor pérdida de energía neta diaria en el grupo de los cereales de grano entero (92 kcal/día). Las pruebas de tolerancia a la glucosa oral mostraron una tendencia hacia valores más bajos de glucemia. Cuando se excluyeron los participantes no adherentes, las diferencias entre grupos en los valores de energía contenido en las heces y tolerancia a la glucosa se intensificaron.
El efecto positivo del consumo de cereales de granos enteros sobre la tasa metabólica basal de los individuos y la mayor excreción de energía fecal contribuyen favorablemente al balance de energía y puede ayudar a dar explicación a las asociaciones observadas de un mejor control del peso corporal entre los seguidores de este tipo de alimentación.