La azatioprina, análago purínico con características inmunosupresoras, puede ser eficaz en la artritis reumatoide en aquellos pacientes que presentan resistencia a otros antirreumáticos o bien que no los toleren. Las dosis recomendadas son de 1 a 2.5mg/kg/día. Los efectos adversos que puede producir son náuseas, vómitos, dolor abdominal, hepatitis y mielosupresión reversible. Se ha descrito que aumenta el riesgo de linfoma. Si se usa concomitantemente con el alopurinol se potencia la toxicidad de la azatioprina y deben ajustarse las dosis de ésta. No debe administrarse en mujeres embarazadas. La ciclosporina en monoterapia o en combinación con metotrexato puede ser útil en pacientes resistentes al tratamiento pero debe vigilarse la nefrotoxicidad e interacciones farmacológicas.
De todas formas el coste del tratamiento ha limitado su uso. La minociclina es bien tolerada en las primeras fases de la artritis reumatoide. La penicilamina puede retrasar la progresión de las erosiones pero puede ser más tóxica que el metotrexato o sulfasalazina por ello apenas se emplea. La ciclofosfamida puede ser útil en la vasculitis reumatoide grave o en la sinovitis resistente pero su uso prolongado incrementa el riesgo de neoplasias.