Sesión Bibliográfica. 01 de Noviembre de 2001 (31)

La enfermedad de las alturas es el término que engloba los síndromes pulmonares y cerebrales que pueden desarrollar las personas que ascienden a altitudes elevadas. La enfermedad aguda incluye edema cerebral y edema pulmonar que son potencialmente fatales. La enfermedad depende de la velocidad de ascenso y la altitud final, considerándose, además, como factores de riesgo, presentar antecedentes, vivir a una altitud inferior a 900 m y alteraciones cardio-pulmonares previas. Los mayores de 50 años son menos susceptibles, los niños presentan el mismo riesgo que los adultos y las mujeres parecen menos susceptibles al edema pulmonar. La buena forma física no previene la enfermedad de las alturas, tampoco afecta a la predisposición la presencia de hipertensión, diabetes, coronariopatía, enfermedad pulmonar obstructiva crónica leve ni embarazo. Existen interacciones entre factores genéticos y ambientales que explican la susceptibilidad de ciertos individuos a la hipoxia. Los síntomas característicos son cefalea en una persona no habituada a la altitud, que acaba de llegar a 2500 m de altitud o más, y con uno o más de los siguientes síntomas: trastornos gastrointestinales (náuseas, anorexia o vómitos), insomnio, mareos o fatiga. Se desarrolla entre las 6-10 horas después del ascenso, aunque puede presentarse al cabo de 1 hora. Cuando se desarrolla edema cerebral (estadio final de la enfermedad de las alturas), éste se presenta inicialmente con ataxia, alteración del nivel de conciencia, junto con edema pulmonar. La hipertensión intracranial puede desencadenar parálisis nerviosa craneal. La enfermedad progresa en horas o días, la causa de la muerte es una hernia cerebral. El tratamiento de elección es el descenso y la administración de suplementos de oxígeno. El descenso simulado con cámaras hiperbáricas también es efectivo. Si ello no es posible, la administración de acetazolamida ha mostrado ser efectiva en un porcentaje elevado de pacientes. La dexametasona ha obtenido efectos similares o superiores a la acetazolamida, sus efectos se observan a las 12 horas tras su administración. Se desconoce si ambos fármacos asociados mejoran la respuesta. Existen estudios que muestran respuestas satisfactorias con ibuprofeno. Los triptanes han resultado inefectivos para tratar la cefalea del mal de altura. Para aliviar las náuseas y vómitos pueden administrarse antieméticos. La acetazolamida es el fármaco más seguro para el tratamiento del insomnio, deben evitarse los sedantes e hipnóticos por el riesgo que supone la depresión repiratoria que pueden producir. La prevención se basa en un ascenso lento, que permita la aclimatación del organismo a la altitud. Una vez alcanzados 2500 m, se aconseja que la altitud donde se vaya a dormir sea solamente 600 m superior a la de las 24 horas anteriores. Los fármacos que han mostrado ser eficaces en la prevención son acetazolamida y, como alternativa, la dexametasona. La asociación de ambos es superior a cada uno de ellos. La aspirina previene la cefalea. El Ginkgo biloba ha mostrado ser eficaz en la prevención del mal de altura en ascensos a más de 5000 m de altitud.
Palabras claves:
  • ASPIRINA
  • EFICACIA
  • PREVENCION
  • GINKGO-BILOBA
  • ACETAZOLAMIDA
  • DEXAMETASONA
  • MONTAÑA
  • ALTITUD
  • PROFILAXIS

NewsLetter de abstracts redactados por expertos del programa y con la colaboración de profesionales de la salud que trabajan en diferentes ámbitos asistenciales.