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Con una prevalencia del 0,5 al 2% en la población mundial, el vitiligo es una afección cutánea crónica relativamente frecuente. Con frecuencia se la describe como un trastorno de la pigmentación, lo que es parcialmente inexacto, porque las células pigmentarias quedan totalmente destruídas. La etiología del vitiligo sigue siendo desconocida. Al parecer, favorecen su aparición algunos procesos autoinmunes como la tiroiditis crónica de Hashimoto, desajustes neurocutáneos, efectos de toxinas, lesiones traumáticas (insolación, por ejemplo) o también un estrés oxidativo. Por el momento, las posibilidades terapéuticas no ofrecen ninguna probabilidad satisfactoria de curación. Por otra parte, los métodos de tratamiento son largos y costosos en su mayoría. El tratamiento más corriente es la puvaterapia, asociando el psoraleno y la fototerapia con rayos UVA o UVB. También existen tratamientos que asocian la fenilalanina y los rayos UV o la quelina y los rayos ultravioletas. Ciertamente, estos métodos son eficaces comparativamente, pero la exposición alta de los pacientes a los rayos UV y el riesgo de lesiones provocadas por la luz del sol limitan su empleo. Otra vía terapéutica se basa en la regeneración de las células lesionadas recurriendo a una enzima -la catalasa - que se aplica en forma de crema. No obstante, aún no existe autorización para comercializarla. Una vía terapéutica ortomolecular se basa en la idea de que, para sintetizar la melanina, el organismo necesita ciertos nutrientes, en primer lugar la tiroxina. Por ello, los especialistas en medicina ortomolecular administran a los pacientes afectados por vitiligo fenilalanina a altas dosis así como otros nutrientes que contribuyen a estimular la síntesis de la melanina.