El concepto de Atención Farmacéutica (AF), que viene desarrollándose en la última década en la mayoría de los países avanzados, se percibe como la respuesta sanitaria a una necesidad social, de ayudar a los pacientes a obtener el máximo beneficio de su farmacoterapia. Su desarrollo inicial se remonta a inicio de la década de los 90 del siglo pasado, con origen en un trabajo publicado por los profesores Hepler y Strand, de las Universidades de Florida y Minnesota, en U.S.A. En él, proponen la siguiente definición de AF: Atención farmacéutica es la provisión responsable de la farmacoterapia con el propósito de alcanzar unos resultados concretos que mejoren la calidad de vida del paciente. Dichos resultados son: 1) curación de la enfermedad, 2) eliminación o reducción de los síntomas, 3) interrupción o enlentecimiento de la patología, 4) prevención de una enfermedad o sintomatología. Más reciente la OMS incorporó este mismo concepto definiéndolo como el proceso cooperativo para la provisión responsable de terapia farmacológica a un paciente considerado individualmente, teniendo como objetivos principales buscar, prevenir y resolver problemas relacionados con el medicamento para conseguir los resultados en salud esperados y mantener o mejorar la calidad de vida del paciente.
En el caso concreto de la pediatría, la terapia farmacológica plantea el reconocimiento de determinadas características diferenciales respecto a la utilización de los medicamentos en el adulto. Estas diferencias son:
1) Adaptación fisiológica progresiva desde el nacimiento hasta la adolescencia y edad adulta, que condiciona la respuesta farmacológica;
2) Déficit de medicamentos específicos, falta de forma farmacéutica y/o concentración adecuada;
3) Carencia de un método universal para el cálculo de las dosis pediátricas, para cada uno de los tramos de edad y desarrollo;4) Falta de ensayos clínicos específicos.
5) Patologías específicas de la edad infantil;
6) Asistencia habitual de cuidadores en la administración de medicamentos.
Teniendo esto en cuenta, los pacientes pediátricos crónicos y pluripatológicos son los que más se pueden beneficiar de una adecuada AF.
Durante el proceso de AF al paciente pediátrico, el farmacéutico deberá tener en cuenta una serie de requerimientos específicos de este grupo de población entre las que destacan:
1) Buscar la forma farmacéutica más adecuada para el paciente; Es importante consultar al cuidador, de entre las opciones disponibles, cuál preferirá el paciente. Podemos pensar que la forma farmacéutica más adecuada para la edad pediátrica será alguna líquida (jarabe, gotas…), pero no siempre es así. Por ejemplo, el paciente polimedicado suele preferir formas sólidas, sin sabor ni olor, que se ingieren rápidamente. Al paciente con botón gástrico, le son indiferentes las características organolépticas del medicamento, siempre que se disuelva correctamente y se pueda administrar por el botón;
2) Adecuar el dispositivo de medida de la medicación para conseguir la dosis prescrita fácilmente; Los preparados comercializados no siempre disponen del recipiente de medida adecuado para la dosis que necesita el paciente. Es el caso de algunos productos de nutrición, que necesitan una balanza para pesar la cantidad necesaria a administrar, no presente en todas las casas. En este caso, podemos pesar dicha cantidad y marcar el volumen que ocupa en un vaso dosificador, para que el cuidador sepa qué cantidad debe administrar;
3) Dar consejos adecuados y “realistas” sobre cómo tomar la medicación. Por ejemplo, si se trata de un lactante, no aconsejar “tomar con las comidas” o “con el estómago vacío”, dadas las características de alimentación de este grupo de población;
4) Hacer especial hincapié en la dosis a administrar, ya que los errores de dosis son los más frecuentes cuando hablamos del paciente pediátrico. No está de más hacer una demostración de cómo administrar la medicación y que la familia del paciente nos la repita a continuación. Es importante que a los cuidadores les quede claro cómo medir una dosis en una jeringuilla, cómo hacer una dilución o cómo realizar una administración subcutánea.
5) Reforzar las condiciones de conservación, el periodo de validez una vez reconstituido o la fecha de caducidad de la medicación dispensada;
6) Consejos para mejorar la palatabilidad de los medicamentos ya que influirá en el cumplimiento farmacoterapéutico;
7) Siempre que sea posible, es importante que el paciente se sienta partícipe de todo lo relacionado con la farmacoterapia;
8) Remarcar qué hacer en caso de ingestión accidental, olvido de dosis o vómito de la medicación;
9) Dar siempre información por escrito, por medio de dípticos informativos, páginas web o anotaciones en las prescripciones médicas, clarificando la dosis prescrita o las normas de administración.
FORMACIÓN DICAF:
Farmacoterapia del paciente pediátrico. Particularidades, aspectos nutricionales e infecciones.